jueves, 29 de diciembre de 2011

Karl Sanders, Saurian Exorcisms


(The End, 2009)

Karl Sanders (líder de la banda de death metal Nile) es uno de esos músicos del mundo del metal extremo que esporádica o regularmente dan un giro completo a la forma sobre la que vierten su creatividad, volviéndose al folk. Ese folk, a menudo acaba siendo, en su fondo, algo no demasiado lejano en espíritu al metal extremo, o esa es mi impresión. En el caso de este multiinstrumentista y compositor, su propuesta está a medio camino entre una relectura posmoderna, progresiva y ecléctica de las tradiciones musicales y míticas del Oriente Medio (principalmente Egipto), y la banda sonora sinfónica de película épica, todo ello en clave de ambient de tendencias oscuras y perturbadoras made in metal. Para ello, no escatima en recursos, pero la cosa no se queda en un mero circo de fuegos artificiales, ni mucho menos; hay creatividad, técnica y talento a raudales, aquí, además de una interesante variedad de instrumentos atípicos, como el baglama o saz, un laúd turco, que Sanders toca de una manera no tradicional.

Pero lo mejor es que esta música tiene la fuerza para transportarte a un mundo antiguo, mágico, oscuro y peligroso. De hechicerías, sangre, serpientes y espadas. Las imágenes, la vida que recrea, podrían ser de este planeta o de otro; en todo caso, logra despertar una viva sensación de lo ajeno y lo fascinante, esa mezcla de atracción y horror ante abismos olvidados pero latentes bajo la superficie del ser humano y el mundo. El miedo, el delirio, el asombro, vibra en esas percusiones y esos arreglos formidables. El autor comenta que espera que su música resulte relajante e imaginativa, que sea capaz de llevarte a otros lugares. Desde luego, impresiona y se te lleva de viaje por un rato, aunque también acompaña muy bien si estás leyendo, digamos, un buen cómic de Conan el Bárbaro.

[escucha "kali ma" / the end records]

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Manta Ray, Manta Ray


(Subterfuge, 1995)

El primer disco de Manta Ray, una joya del rock hecho en España. O del pop; siempre me ha parecido un disco especialmente difícil de clasificar, lo que significa tal vez que es muy libre de las etiquetas, una prueba de su brillantez. Yo por entonces lo llamaba post-rock, no sé si por capricho mío o de algún clasificador profesional; más tarde me pareció rock experimental; ahora leo slowcore y no sé qué pensar. Manta Ray suena a Manta Ray. Quizás en mi ignorancia, en mi corazón al menos, su sonido es único, a pesar de que haya algunas influencias más o menos claras de su tiempo en este primer álbum (donde aun con todo está ya bien presente su propio sonido), y sobre todo en las grabaciones previas, más convencionales. Ese sonido misterioso, oscuro y como un poco casero que hace tan especial este disco, se desarrollaría después con formas más abiertas y exploradoras. Aquí, hay en cambio canciones muy directas y concretas, llenas de emoción, delicadeza y potencia, devastadoras a veces, dirigidas por una voz única y esforzada que fluye y transmite en armonía total con la banda. Y ese dominio, esa energía, ese minucioso amor de lo instrumental.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Panda Bear, Tomboy


(Paw Tracks, 2011)

En su retorno tras el alucinante Person Pitch, Panda Bear propone algo diferente. Aquella locura multicolor veraniega deja paso a una psicodelia electrónica más contenida y de tonos grises. Antes que como un disco para escuchar de principio a fin, veo Tomboy como una colección de canciones algo dispares, a pesar de que su atmósfera de eco, sus colores metálicos, ese tono emocional resacoso y la penumbra que lo inunda le dan una cohesión bastante clara. La colección me parece en general inspirada y hábil, aunque algo irregular en el reparto del brillo entre las canciones. Destacaría "Slow Motion", "Tomboy", "Scheherazade", y el trance de "Afterburner". Otras, en cambio, no parecen acabar de despegar. Son, en todo caso, nuevos territorios para el artista, tal vez más cerca de la estructura pop, tal vez menos arrebatado por los dioses, pero creciendo y explorando.

[vídeo de "slow motion" / tomboy en paw tracks]

martes, 20 de diciembre de 2011

Reverend Bizarre, In the Rectory of the Bizarre Reverend


(Sinister Figure, 2002)

Llegué entre las sombras y el aquelarre me envolvió con su laureada invitación: "Empieza el baile, ¿no te unirás a mí?". Los bosques oscuros me absorbieron en su red de sueños, y las palabras del sombrío bardo se clavaron finalmente en la presa, atrayéndola, amándola: "Este es un viaje a un mundo mejor", decí­a. No le creí­, pero le entendí­ y le acompañé, y la belleza del jardí­n lo fue todo en su lento devenir.

En la claridad de este aquelarre, puedes oí­r el crepitar de las texturas, sentir el temblor, la vibración de la energía de los instrumentos. Todos los músicos son brujos muy conscientes que tocan con esmerada atención, pues la lentitud es una religión y vierten en ello todo el poder, sin guardarse nada. La voz de Albert guí­a el viaje con emoción y energía, y cada una de las tonadas guarda para ti el placer secreto del estremecimiento. A veces, el baile se agita y se acelera, hiperventilando tu alma danzante con los vapores del ritmo de eras lejanas.

El fin se acerca. "Cirith Ungol", la última canción del bizarro bardo, te traslada al penoso tramo final de aquel viaje definitivo a través de Mordor, y puedes sentir cómo se extienden las sombras, lentamente, en sus yermas tierras, y entrevés quizás el negro más profundo que precede al amanecer. Y experimentas, sin juzgarlo, permitiéndote sentirlo, lo bello, lo cálido de lo oscuro, el reverberar inquietante y reconfortante que resuena en las tinieblas: Dooooooom... Es un viaje que se demora, que no termina nunca, y sin embargo es hermoso y agradeces cada paso, y al fin llega el nuevo dí­a y somos libres, y no hay nada más que decir.


Lumerians, Transmalinnia



(Knitting Factory, 2011)

Mesurado, directo y actual como para ser pop, este disco contiene a la vez la exploración cósmica del rock espacial más energético, la magia de la psicodelia clásica más estrellada y vital. Lumerians parecen tener un sonido propio, sólido y muy prometedor, pero resuenan ecos (causales o casuales) a los primeros Pink Floyd, a Hawkwind, al krautrock. Y, en mi memoria, a los Manta Ray más experimentales, lo cual le da un encanto extra.

El disco se abre con "Burning Mirrors", un hit potencial que ya lanzaron el año pasado en single de vinilo. A partir de ahí, el viaje no aburre en ningún momento. Entre los ocasionales cantos reverberantes, prima ante todo lo instrumental, que el grupo maneja con maestría, creando un ambiente de penumbra interestelar, misterioso e hipnótico, con sus ritmos y bajos repetitivos pero extraños, la electricidad de sus guitarras alucinadas, la presencia envolvente de los teclados, las flautas y todos esos brillos, percusiones y vibraciones que titilan en la oscuridad.

El juego de la música de Lumerians, el evocador arte de sus portadas, traslucen una psiconáutica sonora e imaginal inspirada e inspiradora. Para mí, esta es la revelación del 2011, el debut de lujo, un disco tremendo que tal vez presagie grandes sorpresas para el futuro.

sábado, 17 de diciembre de 2011

A Winged Victory for the Sullen, A Winged Victory for the Sullen


(Kranky, 2011)

Una obra bella, cautivadora, delicada de ambient a base de drones sintéticos, piano y cuerdas, y lo más parecido a un nuevo disco de Stars of the Lid que tenemos por ahora. Tras esa deliciosa portada (probablemente la más  bonita del año), se esconde una expansividad melódica conmovedora, una música que, sin innovar en la forma, no cae en esa frecuente homogeneidad del género, sino que resulta sorprendentemente sólida y efectiva, ganando más y más a cada escucha. Se nota el toque Stars, pero ese piano tan bien tocado, tan mesurado, tan sabio, le da una cohesión distinta, una especie de concreción y dirección, algo parecido a un ritmo más claro, que da a los temas una forma melódica, un completarse y un redondearse distinto, a través de esa fluidez tan sedante. A flotar.

[escucha "requiem for the static king part two" / awvfts / kranky]

viernes, 28 de octubre de 2011

Wobbler, Rites at Dawn


(Termo, 2011)

Esta vez, Wobbler se han asomado a un mundo próximo a aquel otro al que los Yes de los 70 se asomaron: un ámbito luminoso, mágico y lleno de energía. Se han vuelto lúcidos en ese mundo onírico y han regresado para contárnoslo, con un disco alucinante.

Rites at Dawn resulta, como siempre, impresionante en lo técnico y muy interesante en lo compositivo. Ese eco de Yes está bien integrado en el sonido propio del grupo, de forma que el disco no suena como un clon, sino que resulta coherente con los anteriores pasos de la banda y aporta algo propio, nuevo y original. Porque aquí no se trata sólo de recrear el pasado. Aquí hay creatividad, entusiasmo y calidad, por parte de un grupo de músicos increíbles que, dentro de un compromiso formal con la edad de oro del progresivo sinfónico, no hace sino mejorar como banda y extraer nuevas maravillas de un rico universo musical que aún tiene, como se ve, mucho que ofrecer.

[escucha "la bealtaine" / el disco en termo records]

sábado, 22 de octubre de 2011

Opeth, Heritage


(Roadrunner, 2011)

No hay duda de que Opeth se ha ido convirtiendo, a lo largo de la pasada década, en una de las bandas de metal más grandes de los últimos tiempos, si no en la más grande. Discos como Blackwater Park y Ghost Reveries son ya clásicos que han atraído a una multitud de nuevos oyentes y, lo que es más significativo, a una gran variedad de nuevos oyentes. Pienso que esto se debe a que, en algún momento, Opeth trascendió el estilo musical en el que se había formado, escapando a las limitaciones del metal extremo y dándole a la vez una nueva dimensión, no sólo mediante las técnicas del progresivo que incorporaba en sus composiciones, sino quizá principalmente por un talento o una intuición especial para conciliar opuestos, para jugar con los contrastes, para tocar ámbitos de emoción más amplios, más universales.

Cuando una banda de esta envergadura decide dar un giro completo a la dirección de su música, pueden pasar muchas cosas, pero principalmente que el nuevo disco te guste o que no te guste. Hay un montón de factores que pueden influir en eso, pero juegan un importante papel las expectativas, ya lo sabemos. Por eso, en mis primeras escuchas de Heritage, estaba extrañamente confundido; porque, aunque sabía del cambio con antelación, en el fondo esperaba el death metal progresivo en el que Opeth eran maestros y que, ya en Watershed, no había resultado tan atinado a mis oídos como en el pasado. Al principio, pues, Heritage me pareció disperso, porque no encontré las sólidas estructuras familiares, la apabullante intensidad de "Bleak" o "Reverie / Harlequin Forest".

Paradójicamente, siempre había esperado en cierto modo que Opeth tomaran este camino: un Opeth sin voces guturales, más progresivo que extremo. Con las escuchas sucesivas, llegó un mayor reconocimiento de lo que el disco ofrecía. Siguen siendo Opeth, tan buenos como siempre, tal vez mejores en algunos aspectos. Ya no se trata del mismo uego, así que no tiene sentido juzgarlos en base a las viejas reglas. Si insistimos en colgarle etiquetas, digamos que ahora tocan rock progresivo, pero no del que repite sin alma viejos esquemas, sino del que suena actual, original y auténtico. Porque no sólo sigue muy presente el familiar toque de oscuridad, melancolía y misterio, sino que la influencia del metal es palpable, a pesar de que haya menos distorsión. Otro aspecto notable es que en su música hay más luz y ventilación que nunca, lo cual está muy bien.

Heritage es un disco que crece prodigiosamente a cada escucha, una vez que dejas de añorar su viejo sonido y empiezas a ver lo buenos que siguen siendo en lo que hacen. Porque, a fin de cuentas, tanto esto que hacen como aquello que hacían, es rock. Y Heritage es un magnífico disco de rock, con algunos temazos evidentes y adictivos como "The Devil’s Orchard" y "Slither", y con mucha calidad compositiva e instrumental a lo largo de todo el disco, en el que se nota creatividad, tranquilidad y libertad. Aunque hay momentos intensos, la épica ha dejado paso a una exploración más sosegada, a veces atmosférica. Opeth han demostrado, en este sentido, ser capaces de dar un paso más allá de donde estaban asentados, dejar atrás lo conocido y atreverse a hacer algo nuevo inspirados en distintos referentes. Aunque es pronto para ver si llegará a ganar la profundidad de los clásicos, Heritage es un disco sobresaliente que, independientemente del éxito que llegue a cosechar en un público dividido por el desconcierto, es sin duda uno de los más importantes del año y supone, tal vez, el inspirado comienzo de una nueva etapa para una de las bandas más importantes de nuestro tiempo.

[el alucinante vídeo de "the devil's orchard" / opeth / heritage en roadrunner]

viernes, 14 de octubre de 2011

Biosphere, N-Plants


(Touch, 2011)

Aunque sabemos que es mejor dejar las expectativas de lado para apreciar libremente una obra de arte, suele resultar difícil, ¿verdad? Siendo un rendido admirador del señor Geir Jenssen y su proyecto Biosphere, acogí la noticia de un nuevo disco con alegría, aunque algo oscurecida por la temática nuclear y la conexión (premonitoria) con el desastre de Japón. Por alguna razón, me dio la impresión de que podía ser un disco más limitado que los anteriores, y además parecía estar alejado del rollo "ártico", que no por resultar ya una etiqueta tópica deja de ser un estilo que este señor sabe llevar mejor que nadie.

Llegó N-Plants y las primeras escuchas fueron algo decepcionantes: me pareció plano, gris, repetitivo, aburrido, ¿qué pasaba? Que esperaba al Biosphere conocido, sin más. Además, el disco me sonaba amargo, quizá por recordarme el triste desastre, o quizá porque el autor captó algo ominoso relacionado con el asunto, quién sabe con estas cosas... El caso es que, pasado un tiempo, tras dejarlo reposar, me suena mucho mejor. De hecho, su simplicidad es sólo aparente; en otras palabras, no tiene por qué ser negativa. Aunque Jenssen parece haber optado aquí por trabajar con patrones rítmicos simples y estructuras y composiciones más electrónicas y conservadoras, un poco en la línea del ambient techno de sus primeros trabajos de los 90, sigue notándose su toque especial a la hora de evocar estados anímicos con gran sensibilidad, tal vez de forma más sutil y escondida, pero efectiva si le das tiempo.

Es necesario abordar este disco sin prejuicios, olvidarse de sus otros trabajos, para poder apreciarlo con justicia. Es entonces cuando empieza a crecer, y reconoces de nuevo lo bueno que es Geir Jenssen en lo que hace, su habilidad y su genio. Y es que las expectativas pueden impedirte ver y disfrutar de una obra cautivadora.

[Gracias, Andrea, por traducirme las palabras de "Monju-1", un momento del disco muy emotivo y sugerente: "watashi (yo), sore wa watashi (eso soy yo), watashi o (que es yo en posición de complemento directo como "a mí")". A mí me dice cosas interesantes.]

[escucha "Monju-1" / biosphere / n-plants en touch]

domingo, 28 de agosto de 2011

Windy & Carl, Drawing of Sound


(Icon, 1996)

De vez en cuando das con una gema en la arena, bajo las olas del mar. Escuchas el brillo espiritual de su cuerpo cristalino y te cautiva, y no sabes qué decir. Como cuando contemplas una flor, o una mirada de estrellas descendidas. La música es algo tan vivo y misterioso como todo eso. Alguien que ama compone unos dibujos sonoros, llegan a ti en el momento adecuado, y algo en ti resuena con su vibración, y flotas mecido por sus suaves caricias, y sólo puedes pensar en una palabra: felicidad.

[escucha "lighthouse" / w&c]

lunes, 15 de agosto de 2011

Jega, Variance


(Planet Mu, 2009)

Me suena a ciencia-ficción sonora, space-opera de última generación. Sobre el espacio, sus imperios galácticos, rutas interestelares, rebeliones robóticas y batallas espaciales. El volumen 1 es una colección de medios tiempos que está muy bien. "SoulFlute", por ejemplo, sería un éxito en cualquier puerto espacial, y no es la única. Hasta "Zenith", el disco suena a electrónica futurista, rítmica y melódica, luminosa y tranquila. Pero el volumen 2 es asombroso. Acelera y deconstruye en la oscuridad del espacio exterior, rompiendo límites ya desde "Shibuya", tocando la perfección en "Aerodynamic", hasta la locura catártica de "Hydrodynamic". Complejidad, precisión, con creatividad y musicalidad. Y un tono emocional siniestro, oscuro y frío, colores ci-fi. Impresionante la producción, cómo suena. Un disco muy cuidado y trabajado, a destacar en la electrónica y la IDM de los últimos años.

[jega.com / muestra de variance en planet mu]

domingo, 14 de agosto de 2011

AUN, Black Pyramid


(Cyclic Law, 2010)

Un interesante viaje espacial en siete fases. Se demora y complace en flotar en abismos expansivos, sentir los vientos solares y el polvo de estrellas. Contempla las energías titánicas que estallan y se disipan en la negra inmensidad del espacio. A cámara lenta. Es un drone que  explora los acordes espaciales, el escalofrío sonoro, con intensidad y  mesura. El ruido está domeñado al servicio de la historia. Una historia, digamos, sobre el hombre y el cosmos, y el vértigo de los espacios insondables exteriores e interiores. A veces, como en la gloriosa "Black  Pyramid", la belleza del espectáculo es deslumbrante.

[escucha "black pyramid" / muestra en cyclic law]

lunes, 20 de junio de 2011

Isole, Bliss of Solitude



(Napalm, 2008)

Quizá por ser el primer doom que escuché, este disco tenía un encanto especial. Oscuro, poético, misterioso, mágico en esos acordes siniestros, en su aura de misticismo. Fácil de escuchar por su voz limpia y su producción impecable, por su destreza melódica. Complejo aun  así, con vetas de progresivo e instrumentación diestra y precisa. Potente sin perder el sentido de la medida. Lento, por lo general, pero también con pasajes rítmicamente desbocados ("Aska").

Escuchar "By Blood" las primeras veces, recibir esa lluvia sonora que arreciaba por fases, para al final bañarte en sus melódicas  oscuridades, fue una revelación, una invitación para adentrarse en eso del doom, en sus bosques oscuros. Se me antojaba esta canción, entonces, como un himno vampírico, un canto a y desde la cálida oscuridad. Sigue sonándome como un auténtico temazo, una canción redonda y poderosa, con un aire casi pop, pegadiza y emocionante, perfectamente capaz de hacer estragos incluso fuera del contexto doom y hasta metalero. "Shadowstone" es, para mí, la otra perla del disco, un viaje progresivo de paisajes sonoros épicos, fantásticos.

Isole, pese a las influencias, tiene un sonido propio, muy diferente al de muchos otros actuales etiquetados como doom "tradicional". Cogen un poco de aquí y de allá y lo usan con buen hacer, lo integran a su modo. Da la impresión de que son capaces de mucho más. Intriga el camino que vayan a seguir.

domingo, 15 de mayo de 2011

Mountains, Air Museum


(Thrill Jockey, 2011)

En una primera escucha, Air Museum suena muy electrónico. Me recordó sobre todo a la electrónica progresiva de los 70. Pero es una sensación superficial. Ahondando un poco más, en seguida te das cuenta de que su sonido es en realidad muy orgánico, y no excesivamente distinto de lo que Mountains han venido haciendo desde el principio. El dúo ha trabajado con instrumentos acústicos y toda una variedad de pedales, sintetizadores y otras técnicas analógicas para producir una gran diversidad de efectos y texturas a partir de los sonidos originales, esta vez sin pasar a través de un proceso digital. Casi siempre resulta difícil reconocer los instrumentos, pero el sonido mantiene siempre la cualidad viva y vibrante de su naturaleza física. Evoluciona e irradia con una energía que sólo los instrumentos con cuerpo transmiten. Otro aspecto que llama la atención es el uso del ritmo, que nunca suena fuera de lugar ni rompe la tranquilidad expansiva del conjunto, sino que contribuye a ella en forma de pulsos energéticos, hipnóticos, que o bien toman el control en ese inédito juego con el ritmo que es "Thousand Square", o acaban confundiéndose en la profundidad dinámica de los drones (como en "Sequel"). Por otro lado y aunque no se ha usado el ordenador, la densidad de capas superpuestas de sonido (perceptible en escuchas atentas) revela el gran trabajo que hay detrás de cada tema, el cuidado artesanal de una música que siempre suena estructurada con complejidad y buen gusto.

Si bien la forma ha cambiado, el fondo sigue siendo en esencia el mismo. Esta música transmite calma y busca la belleza a través de la eufonía. Pero todo, incluso las grabaciones de la naturaleza (que el dúo integra cada vez con mayor habilidad), parece sonar como a través de un filtro sintético. El resultado es un extraño tapiz sonoro que trae a la imaginación escenas de jardines eléctricos, biosferas espaciales en las que interactúan seres y fuerzas naturales en una danza de armonía imprevisible. Este efecto se aprecia sobre todo en "Backwards Crossover", donde las grabaciones de campo irrumpen paulatinamente en la escena sonora creando una sensación extrañamente natural y una imagen paradísiaca de esas que tan bien saben recrear, un locus amoenus extraño que te eleva a paisajes de ensueño extraterrestres, envuelto en el canto de pájaros mecánicos e insectos de ruido eléctrico.

A pesar de resultar, al principio, un disco más difícil de apreciar que los anteriores, más exigente en suma, la escucha atenta y repetida va revelando un trabajo de experimentación admirable que, sin alejarse demasiado de los parámetros electroacústicos que marcaron el inicio de la formación, explora las posibilidades de diálogo entre la instrumentación acústica y las técnicas analógicas. Y todo ello con el carácter propio y la maestría probada de un dúo de artistas que, manteniendo una concepción casi plástica, espacial, artesanal del arte sonoro, y transmitiendo un tono emocional siempre positivo y un amor por el detalle y la eufonía que es ya marca de su unicidad, no deja nunca de evolucionar.

[escucha "backwards crossover" / mountains en fb / air museum en thrill jockey]

miércoles, 11 de mayo de 2011

Phaedra, The Sea


(Rune Grammofon, 2011)

El folk de Phaedra suena a cuentos de hadas, a cantos sagrados, a golpecitos de madera y cuenco, a reinos de sirenas en el fondo del mar. Una música que suena fría al tiempo que reconfortante, guiada por esa voz limpia y rica, suave, sabia, reverente, del norte, que te acaricia con cuidado mientras traza preciosas melodías delicadas, etéreas y terrenales, marinas, sagradas, femeninas, misteriosas, luminosas, acompañada de sus bien tejidos tapices acústicos, mínimos y precisos, de ricas sonoridades.

Desde el inicio de ambiente sacro y brillantes sonidos percusivos de "Death Will Come", el hechizo de la sirena te lleva, poco a poco, más al fondo, con sus vibrantes coros marinos de misterio, a veces con timidez, como en la delicada "Oserian", ya luego con sensualidad directa en "The Darkest Hour", para al fin contemplar la belleza escondida en las profundidades en "The Sea", el tema más largo y complejo, donde el dream folk submarino de Phaedra se desvela en todo su progresivo esplendor. Acordes acuáticos y cristalina voz de reflejos luminosos, un piano, campanas, belleza y sensación de flotar. El sueño se desvanece y emerges a la superficie. ¿Qué nuevo reino imaginarán las próximas ondas de su fluir?

[escucha "death will come" / phaedrasongs.com / the sea en rune grammofon]

martes, 19 de abril de 2011

Plants, Photosynthesis


(Strange Attractors, 2007)

Un disco notable de folk psicodélico, íntimo y cautivador, con un toque ácido y unos pasajes instrumentales de los más hermosos que he oído en estos terrenos. Una joya animada de misteriosas energías, que prometía hollar terrenos aún más altos. Tras el velo de esta música hay quizá una dimensión oculta de penumbras psicoverdes, donde las plantas se liberan de su disfraz de quietud y danzan al ritmo de vibraciones insospechadas. La profundidad vertiginosa a la que asoman las sonoridades extracorporales del tema instrumental de cierre, "A Hidden World Exposes", así parece sugerirlo.

[escucha "roots" / photosynthesis en strange attractors]

viernes, 4 de febrero de 2011

Harold Budd, Avalon Sutra


(Samadhi Sound, 2004)

Piano, ambient, saxo, minimalismo, belleza, olor a flores, efecto hipnagógico.

Harold Budd fue pionero, junto con Brian Eno, en la tarea de generar diálogos fructíferos entre instrumentos clásicos y los sintetizadores de la época. Este disco, compuesto con maestría, brilla con la energía que poseían aquellas relajantes composiciones de los 80, al tiempo que resulta fresco y actual, probablemente por la experiencia y la sabiduría artesanal de las que surge. A diferencia de otros discos minimalistas actuales, resulta bello, armónico, directo y coherente desde la primera escucha, y transmite una sensación de serenidad, paz, relajación y bienestar.

En el segundo disco, la alquimia electrónica de Akira Rabelais vuelve la música de Budd aún más inductora del sueño, si cabe. Como lentas ondas expansivas que te adentran, sutil e inexorablemente, en un estado de olvido y somnolencia.

[haroldbudd.com / avalon sutra en samadhi sound]